viernes, 28 de marzo de 2014

1!


Y entonces pasó, te encontré, encontré a esa persona capaz de hacer revivir mis sentimientos más guardados, esa persona capaz de sin apenas hablar decírmelo todo y lo que es mejor, sacarme sonrisas a todas horas, necesitarla y pensarla unas infinitas veces al día y bueno simplemente eres esa persona con la que quiero poder compartir mi vida.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Vamos...una ironía.


Todo llega dicen,y es verdad,el problema no es si llega sino cuando llega. A veces las cosas llegan cuando ya es tarde. Otras veces lo que esperas llega antes, cuando no estas listo. Todo tiene su momento, antes o despues de ese momento nada prospera. El destiempo son dos calles que nunca se cruzan. El destiempo es llegar cuando la fiesta terminó. El destiempo no es solo que algo te llegue tarde a eso. Es no tocar a tiempo la nota justa. El destiempo es perder el tren. El destiempo es un perdon que llega tarde. El destiempo es como una fruta verde,amarga. Cinco segundo antes puede ser el momento ideal, cinco segundos despues el peor momento. El destiempo es un desencuentro. Es sabiduría que llega cuando ya no la necesitas. El destiempo es una tarde fria en verano. Es lo opuesto al lugar y la hora indicada. El destiempo es una discusion entre sordos. El destiempo es una ironía.

jueves, 17 de octubre de 2013

Amnesia de ti.


Un día me enamoré de alguien. Ya no me acuerdo de cómo se llamaba. Ya no me acuerdo de su sonrisa. Ni de cómo se retorcía en la cama por las mañanas. Tampoco de cómo bailaba su canción preferida. Ni siquiera me acuerdo de cómo me miraba. Sólo me acuerdo de que me hacía poder volar, y eso no se me va a olvidar en la vida. Que me hacía tener alas, ese sentimiento de adrenalina de caer y volver a caer, pero nunca tocar al suelo. 

Y cuando estaba en lo más alto, de repente, me pegué la hostia de mi vida.

De repente, llega la amnesia. No queda otra, olvidar o vivir del recuerdo. Sobrevivir entre costuras rotas de sueños que había vivido.

He soñado tantas veces que te volvía a tener en mi cama, que ya no sé si cuando despierto estoy teniendo una pesadilla.

Pero sabes que ahí arriba solo se está una vez en la vida. Que solo existe 'mi mejor momento' una vez. Y estoy seguro que ya ha pasado. Que ya nos hemos olvidado. Que sólo nos quedan unos pocos déjà vu de nosotros.

Un déjà vu de tu sonrisa. Déjà vu de cuando bailabas y me pisabas los pies. De cuando tocabas la guitarra y de cuando me quedaba toda la puta noche mirando cómo dormías.

Ven a tocar la última canción, por favor. Aunque sea la canción de despedida. Pero vamos a ponerle punto y final a las historias que se quedaron con puntos suspensivos.

Ven a ponerme un punto y final a mis comas entre mis párrafos que hablaban de olvidarte y que no podía parar de escribir.

DÉJÀ VU DE ESTAR TAN ALTO QUE NO QUIERO VOLVER A BAJAR.

jueves, 22 de agosto de 2013

Cicatrices...


No era amor, era demasiada soledad acumulada. Demasiadas noches, ya he perdido la cuenta, en la que las horas pasaban demasiado lentas y tenía la sensación de que moría muy deprisa. No era amor, era que había visto demasiadas películas románticas de esas en las que todo, al final, le sale bien al protagonista; pero las cosas no fueron así, aunque hubiese sido bonito. No era amor, era la forma que tenía de esperar algo de la vida. Ya sabes, piensas: "Algún día llegará alguien que le dará sentido a todo", y es como una espina que te clavas, mientras pasa el tiempo, y mientras miras el reloj de reojo, consumiéndote. Tic, tac, tic, tac, como la banda sonora de un desastre. No, no era amor, era cualquier cosa menos eso, porque el tiempo nos curó de aquello. Sí, nos curó, porque dolía, como una mala postura, pero a la hora de vivir. Nos curó de la obsesión que teníamos por abducirnos, como si quisiéramos que el otro fuese más nosotros mismos que nosotros. Como si tú quisieras que yo fuese más tú que tú misma, y como si yo quisiera que tú fueses más yo que yo misma. No sé si me explico. Era una obsesión dañina, que lo jodía todo, como si hubiésemos rociado con ácido los esquemas de nuestra vida. No sé cómo coño pensábamos sobrevivir a eso. Quizá no lo pensábamos, a lo mejor no tuvimos tiempo de hacerlo, porque fue vernos y dictar nuestra propia sentencia. Nos condenábamos a no sé cuántos días de torturas mutuas, hasta que el cuerpo resistiese, lo malo es que nuestro orgullo nos llevó a resistir demasiado. Y ya estábamos muertas cuando nos despedimos. Tan muertas que ya no parecíamos nosotras. Tan muertos que cuando te fuiste aún pensé en decirte que te quedaras, pero luego me miraba las heridas, y las palabras se me asfixiaban en la garganta. He de decir que lloraba por las noches, ya no sé si de dolor o porque te echaba de menos. Quizá por ambas, porque cuanto más te alejabas más cicatrizaban mis heridas y, no obstante, más sangraba esa necesidad de siempre. La de no estar tan sola, digo. La de no estar sola conmigo, porque yo también se arañarme por las noches. Y qué putada.

lunes, 5 de agosto de 2013

Hazme caso...


"Podemos ser amigas", recuerdo que me dijo, y yo pensando que las amigas no hacen el amor ni se dan besos en cada esquina de la ciudad. Qué triste. "No, no quiero ser tu amiga, joder", le respondí, pero no le dije por qué, qué imbécil. Ella lo interpretó como quiso, como cualquier persona haría: huyendo. Y me quedé tan sola que decidí empezar a fumar; lo típico, vamos; yo nunca había tenido un cigarro entre los labios, así que me ahogué con el humo, pero ya me había estado ahogando desde el momento en el que no supe cómo decirle que la quería. "En fin, por un poco más, no importa", pensé. Y si me preguntáis, de la vida qué, después de aquello, ni puta idea. Siguió, claro, como de costumbre, sin mirarme a los ojos, sin ni siquiera llamarme por las noches para ver cómo estaba. Qué va, ni eso. Sobreviví tan bien como pude, pero aún así lo hice demasiado mal, y tardé en olvidar lo que tardé en volver a enamorarme. De precipicio en precipicio y tiro porque me toca, una locura. Y, por supuesto, volví a verla un día, no recuerdo cuál, ni recuerdo muy bien cómo, sólo recuerdo que, de repente, la calle se quedó vacía, y estábamos ella y yo sentadas en un bar con una amiga suya, y riéndonos juntas, como si nada, como si yo aún no tuviese, después de todo, ganas de besarla. Y qué podía hacer, si en el fondo, y no tan al fondo, nunca había aprendido a pasar página. Ninguna. Siempre volvía a releer las mismas letras; las mismas historias; las mismas cicatrices, a fin de cuentas. Pero, bueno, sé que en algún momento todo esto dejará de tener sentido y que, cuando mire las viejas fotografías que guardo de ella, sólo recordaré la sonrisa tan bonita que tenía , y no lo mucho que me gusto un día. Y no hay mucho más.

martes, 30 de julio de 2013

Y será para siempre...


Y comprendió que hay personas que brillan sin ser estrella, y que hay silencios que separan, sin ser kilómetros. Que la vida es un poquito así, sin sentido, pero que nos desesperamos por darle uno. Un sentido, con nombre y apellidos, a ser posible. Un sentido que nos abrace por las noches y que no se vaya al vernos las cicatrices: que las comparta con nosotros. 

Comprendió que enamorarse era una necesidad tan importante como respirar, y que, al igual que moría si no respiraba, también lo hacia, aunque de distinta forma, si no amaba. Pensaba eso del amor. Y también pensaba que las personas se habían acostumbrado a maquillarse los sentimientos, porque tenían miedo de que alguien llegase y les hiciese daño. Y es que no hay nada peor que alguien te rompa lo más bonito que tienes, es decir, las razones de sonreír, los sueños, las esperanzas. Que te quite las ganas. Así que nos vestimos con un poquito de orgullo, y lo miramos todo desde la distancia, tanteando el precipicio antes de saltar, porque si vamos a morir, queremos morir por alguien que sepa llorarnos. 

Y sobre el desamor (o cuando sientes cosas bonitas por alguien que ya está sintiendo cosas bonitas por otro) pensaba que, a veces, es inevitable. Y que, ojalá, pudiésemos elegir de quién enamorarnos, y hacerlo de aquella persona que supiese querernos. Pero las cosas, por desgracia, no son así. Y muchas veces (más de las que me gustaría) terminamos padeciendo insomnio por alguien que, además, e irónicamente, nos hace soñar. 

Y luego terminó hablando sobre la capacidad de olvidarnos de las personas, y sobre la naturaleza de los recuerdos, diciendo que la mejor forma de olvidar a alguien que nos duele recordar es llegando a la conclusión de que no merecemos eso, de que merecemos algo más. De que merecemos sangrar por alguien que, luego, venga a curarnos. De que la vida no es tan larga, ni dura tanto, como para estar perdiendo el tiempo esperando trenes que ya han pasado. De que hay que sonreírle a los amaneceres, independientemente de que llueva e independientemente de que compartamos cama con la soledad. Que las cosas llegan cuando menos las esperas, y que si siempre las estás esperando, sólo tardan en llegar un poquito más. Pero llegan, tarde o temprano.

Y entonces dijo: "Sigo queriendo a toda la gente a la que he querido en mi vida, pero sólo amo con esa urgencia en la mirada a la esperanza de que, un día, y qué más da cuándo, amaré a alguien y será para siempre".

miércoles, 24 de julio de 2013

Y gracias.


Podíamos haberlo vuelto a intentar, y haber vuelto a fracasar, y no habernos importado nada. Podíamos habernos quedado un poquito más, aunque quisiéramos irnos, mojándonos bajo la lluvia, para ver quién era el primero que lo mandaba todo a la mierda y abría el paraguas. Pero no volvimos a suceder. Y quizá sea mejor así, aunque los primeros días me quería morir y los de después también, pero ya no tanto. No tanto. Y que el tiempo lo cura todo y que tú eras una herida como otra cualquiera. Ahora lo entiendo todo mucho mejor, cariño. Y he corrido lo más rápido que he podido para venir hasta aquí y decirte que yo... que yo ya no. O que ya. Qué basta. Que eras la mujer más bonita del mundo, pero que ese mundo ha detonado y ahora sólo queda humo. Pero he dejado de fumar, ya lo sabes. Así que me tienes en el umbral de estas palabras, llamando a la puerta para decirte adiós: abre. O asómate por la ventana, qué más da. Te sonrío y me voy, para que sepas que, sino enamorarme, al menos sé sobrevivir. Y gracias.