martes, 23 de julio de 2013

Dejaré entreabierta la puerta por si abres.



Nunca le dije "vuelve", aunque siempre quise que se quedase conmigo. Y ese fue uno de los grandes errores de mi vida, y los días llovieron y me terminé olvidando de aquello. El tiempo pasó, y creo que tienen razón cuando dicen que lo cura todo. Pero, en el fondo, tengo la sensación de que no ha curado una puta mierda, porque sigo siendo esa necesidad, tan animal, de que alguien quiera quedarse, para siempre, conmigo. O a mi lado, para morir o para matar: para enamorarse. Qué sabré yo. Podemos escapar,pero no para siempre, y eso ya deberíais saberlo. Que podemos huir, pero no lo suficientemente lejos. Al final volvemos, o no encuentra de nuevo. La vida, digo. Y que cerrar los ojos sirve, pero hasta cuándo. Y se me están agotando, ya no sé si las esperanzas o las salidas de emergencia, o quizá ambas. Y cada vez me quedo más quieta cuando intento, o al menos quiero, cambiar las cosas. Me estoy ahogando en este cubata, pero me voy a servir otro, es la única forma que tengo de lamerme las heridas. Y, eso, que voy a quedarme dormida otra noche más al lado del teléfono, por si llamas o por si tengo la, ya innecesaria, necesidad de decirte que tú has sido la última persona que me ha roto sin que eso me importase. La última persona que lo jodía todo mientras conseguía hacerme sonreír. La última persona tóxica de mi vida, vamos. Voy a encenderme otro cigarro para satisfacer esta necesidad de que me contaminen. Y a ver cuándo, y ojalá sea pronto, alguien me enseña que enamorarse no es una forma de morir. Cruzo los dedos y las calles con el semáforo en rojo, y eso es todo lo que espero de la vida.

1 comentario:

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.