jueves, 13 de junio de 2013

Ya ha empezado a dolerme demasiado.

Créeme que me da pena adivinarte en esa sonrisa, sabiendo que la noche anterior has sido el motivo de la mía. Nuestra historia, más que casualidad, se basa en una casualidad bastante infame, blasfema y con algunos tintes psicopáticos; así que supongo que, cuando me buscas o apareces a mi encuentro, eres perfectamente consciente de que estaré alli, cuando y como tú me digas, y que el asiento de mi derecha siempre estará libre si eres tú quien necesita un lugar donde descansar del mundo; del resto del mundo.
Me da pena buscarte y encontrarte en unos años que te quedan bastante lejos, malgastando su tiempo igual que malgastas el mío, y malgastando tú la vida que te toca vivir. Nos hablas de confianza, de promesas y de caminos que has de seguir inexorablemente, porque de ellos depende tu felicidad y tu integridad; pero te pierdes en el primer desvío, y  tienes que volver la vista atrás para saber por dónde has llegado hasta ahí.
Y ese atrás, ese camino andado, esos adoquines pisados y ese aire inspirado y espirado; ese tiempo que has pasado caminando; esos lugares que ahora son recuerdos; esos paisajes y esos descansos; todo ese pasado,soy yo.
Pero a mí ha empezado a dolerme demasiado servirte como brújula para que encuentres tu camino. Ya no me parece divertido ser la estación de servicio donde paras a tomar un descanso para luego poder seguir adelante. Ya no me reconforta poder hacerte feliz, ni ser la página que no terminas de pasar porque tiene demasiado contenido dentro de sí. Necesito algo más; necesito, al menos, ser el próximo destino, aunque luego el rumbo varíe y vuelvas a desviarte, dejando mi camino a la izquierda, como el cero sin valor ni significado que todo el mundo descarta.
Por eso quiero decirte que no te sorprendas si algun día, en mitad de un despiste, te encuentras aturdido y no sabes dónde acudir, porque las señales que te recuerdan el camino que ya has hecho han desaparecido. Tranquila; no se habrán ido del todo. Digamos, simplemente, que la maleza ha crecido demasiado y las ha ocultado a tus ojos. Solo será, cuestión de buscar, de esforzarse un poco. Porque las señales, seamos sinceras, están ancladas al suelo que sujeta tus pies, y como seres inertes son incapaces de desaparecer si no eres tú quien las arranca y se deshace de ellas. Y tú eres demasiado inteligente como para echar por tierra las pocas oportunidades de volver al lugar del que partiste.
Sigue avanzando, pero nunca olvides los adoquines que has pisado, porque gracias a ellos has podido llegar hasta donde estás.

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